domingo, 26 de abril de 2015

"Recuerda que vas a morir" - las joyas-recuerdo


En una época en que morir era un acto de representación comparable a una obra teatral, las formas de recordar el paso a otra vida eran diversas y singulares para el espectador del siglo XXI. Los siglos XVIII y XIX vieron nacer y desarrollarse todo un marketing en torno al memento mori a través de la creación de diferentes joyas y objetos que servían para no olvidar a los difuntos y para recordar a los vivos que también ellos morirían.

Anillo de luto de la Reina Victoria de Inglaterra en honor de su esposo Alberto. A ambos lados se incluyen las iniciales del matrimonio.

Uno de los elementos más comunes de este tipo fueron los anillos funerarios: podían contener una inscripción con el nombre y fecha del difunto, así como cabellos del mismo o algún tipo de imagen, como el que la reina Victoria de Inglaterra llevó tras la muerte de su marido Alberto.

Anillo de luto conservado en el Museo Británico, Londres. Fecha: c. 1679. En su interior incluye una inscripción y en el exterior la representación de un esqueleto.
Uno de los objetos con más exito fueron los medallones, ya que podían tener mayor tamaño que los anillos, y por tanto su capacidad para contener mechones de pelo, retratos o fotografías era mayor. El que aparece en las fotografías, conservado en Victoria and Albert Museum de Londres, incluye en el anverso la representación de la mujer velando una urna y en el reverso mechones de cabello trenzados. Ha sido fechado en el entorno de 1800.

Por último, uno de los objetos más impreionantes es el conocido como Torre Abbey Jewel, expuesto en el mismo museo que el objeto anterior. Es también un colgante, con forma de ataúd, al abrirlo aparece un esqueleto que servía a su portador para reflexionar sobre la muerte. Incluye una inscripción: 'THRONGH. [sic] THE. RESVRRECTION. OF CHRISTE. WE. BE. ALL. SANCTIFIED.'. Se ha fechado a mediados del siglo XVI, en relación con la reforma anglicana y la disolución de los monasterios en Inglaterra
Torre Abbey Jewel, c. 1540-1550. Victoria and Albert Museum. 

Si bien es en Inglaterra donde un mayor número de objetos de este tipo se han conservado hasta nuestros días, en España también se conocen ejemplos similares, algunos de ellos conservados en el Museo del Romanticismo, en Madrid,
Pulsera realizada con cabello, c. 1870. Museo del Romanticismo.

Para saber más:


ARIÈS, Philippe, El hombre ante la muerte, Madrid, 1984.
LLEWELLYN, Nigel, The Art of Death, Londres, 1991.




jueves, 23 de abril de 2015

Costumbres funerarias en el cine y las series: Juego de Tronos I.

La serie Juego de Tronos, producida por la cadena estadounidense HBO, comenzó a emitirse en la primavera de 2011, y se encuentra actualmente inmersa en la quinta temporada. Especialmente célebre por su excelente producción, escenas de guerra y sexo, cuenta con diversos elementos de carácter funerario que resultan muy interesantes. La serie está basada en la serie de novelas denominada Canción de Hielo y Fuego, escritas por George R. R. Martin, un conjunto de libros de fantasía épica medieval y en ningún caso histórica. A pesar de que Westeros y sus personajes son producto de la imaginación de Martin, un autor nunca puede llegar a abstraerse de su substrato vital, y cuando los personajes de la saga mueren sus costumbres funerarias reflejan las nuestras.
Septo de Baelor, Desembarco del Rey. Velatorio de Tywin Lannister.

Los velatorios en Desembarco del Rey

Una de las primeras escenas de la serie nos muestra el velatorio de un cadáver: Jon Arryn, señor del Valle, yace sobre lo que parece su ataúd cubierto en el septo de Baelor, en la capital. A su alrededor un grupo de mujeres describen círculos alrededor del altar en algún tipo de costumbre funeraria. Se trata de las Hermanas Silenciosas, una orden religiosa vinculada a la Fe de los Siete responsable del cuidado de los muertos, y en especial, de la preparación de sus cadáveres. La vinculación de las mujeres con el cuidado de los cuerpos proviene de época antigua: en la Antigua Roma las mujeres de la casa eran las encargadas del lavado del cadáver y su preparación para los funerales. Paralelamente la tradición bíblica sugiere esa misma vinculación femenina con la preparación de los restos, en el Nuevo Testamento, las tres Marías acuden al sepulcro de Jesús con ungüentos y bálsamos para limpiarlo. A lo largo de la Edad Media, esa vinculación perduró, extendiéndose la labor de las mujeres como responsables de la fundación de aniversarios. 
Velatorio de Jon Arryn - Septo de Baelor, Desembarco del Rey. 
En las temporadas siguientes, se reproduce el mismo tipo de velatorio con los restos del rey Joffrey Baratheon y de Tywin Lannister. Este tipo de velatorio en que el ataúd aparece recubierto de paños ricos con representaciones heráldicas, todo ello rodeado por luminarias, es el mismo que encontramos en los costumarios y las ricas miniaturas bajomedievales.
John Lydgate, Funeral de Offa en Metrical lives of Saints Edmund and Fremund, in the presentation copy for Henry VI’, c. 1435 (British Library).

Uno de los elementos más impactantes de los tres velatorios es la utilización de piedras pintadas con representaciones de ojos abiertos sobre el rostro de los difuntos. Esta costumbre recuerda a la utilización de la llamada Moneda de Caronte, y que consistía, durante la Antigüedad, en la colocación de una moneda en el interior de la boca o bien dos sobre los ojos, que debía servir al muerto para pagar a Caronte, el barquero de la laguna Estigia, su viaje al otro lado de la misma. En la Edad Media esta costumbre pervivió, hallándose a menudo monedas en contextos funerarios. Según la legislación eclesiástica además, en ocasiones se trató de sustituir por el viático, que se introducía en la boca de los difuntos.

Velatorio de Joffrey Baratheon I.

Las criptas de Invernalia


En la primera temporada, cuando la familia real acude al Norte para convertir a Ned Stark en la Mano del Rey, una de las primeras cosas que hace el rey, Robert Baratheon, es acudir a las criptas de Invernalia. Localizadas bajo el castillo de los Stark, su carácter subterráneo recuerda a las catacumbas romanas, pero cuando enfocan las tumbas estas son efigies sedentes realizadas en piedra, ante las que la novela señala que se colocaban las espadas de los caballeros. Se trata de un tipo de tumba poco común, pero documentado en época medieval: así se describen los enterramientos de Carlomagno (m. 814) en Aachen y el Cid (m. 1101) en San Pedro de Cardeña, ambos desaparecidos. La colocación de las armas del caballero en torno a los sepulcros también fue una costumbre ampliamente extendida por el continente europeo durante la Edad Media, conservándose ejemplos como el sepulcro de Eduardo, el Príncipe Negro (m. 1376) en la catedral de Canterbury (actualmente los colocados sobre el sepulcro son réplicas, debido al estado de conservación de los originales, también custodiados en la catedral).

Tumba de Eduardo en la catedral de Canterbury, Inglaterra. 


La cremación en Aguasdulces

Aunque es nombrada en repetidas ocasiones, la ciudad natal de Catelyn Tully no apareció en la serie hasta la tercera temporada, con ocasión del funeral de Hoster Tully, señor de Aguasdulces. El cadáver con piedras en los ojos puesto que los Tully adoran a los nuevos dioses como en Desembarco del Rey, el cadáver aparece cubierto con la bandera en que se representa la trucha y los colores propios de los Tully. Además se acompaña al señor de su espada y un olifante a la cabecera. La cama de paja y la barca reciben una flecha de fuego que hunde los restos en el río. Este tipo de ceremonias de barco-entierro aparecen en diveras fuentes vikingas, así como en el poema sajón de Beowulf, el rey Scyld es cremado en un barco funerario rodeado de ofrendas de objetos preciosos. Se conocen ejemplos de espectaculares inhumaciones en barcos, como el conocido enterramiento de Sutton Hoo. 

Barco con enterramiento, Sutton Hoo. 

Para Saber Más:

BINSKI, Paul y ALEXANDER, Jonathan, Age of Chivalry. Art in Plantagenet England, London, 1987
CARVER, Martin y EVANS, Angela, Sutton Hoo: A seventh-century burial ground and its context, London, 2005.
ESPAÑOL BERTRÁN, Francesca, “Los indumentos del cuerpo a la espera del Juicio Final”, en YARZA LUACES, Joaquín (coord.), Vestiduras ricas. El monasterio de las Huelgas y su época (1170-1340), Madrid, 2005, pp. 73-88.
MOMBERT, Jacob Isidor, A History of Charles the Great (Charlemagne), New York, 1888
MORRIS, Ian, Death-ritual and social structure in classical Antiquity, Cambridge, 1992.PAXTON, Frederick S., Christianizing Death. The creation of a ritual process in Early Medieval Europe, New York, 1996.
TOYNBEE, J.M.C., Death and burial in the Roman World, London, 1996.

 

 

martes, 21 de abril de 2015

La momificación en la Edad Media II: la evisceración y la dilaceratio corporis.

La evisceración era un tratamiento funerario consistente en la extracción de las vísceras a partir de una incisión en el torso, que era rellenado con hierbas aromática, vino y especias, cuya función era aromatizar el cadáver y preservarlo. La primera mención detallada a un proceso de este tipo se fecha a principios del siglo XIV, con la enciclopedia escrita por Henri de Mondeville, era médico del rey francés Felipe el Hermoso (†1314), si bien se conoce su utilización al menos desde el siglo XI. 
Ilustración del tratado de Henri de Mondeville. 
Perdidas ya en época antigua las excelentes técnicas de embalsamamiento egipcias, la conservación del cadáver en época medieval, a pesar de estos intentos, variaba principalmente, en función de la temperatura del lugar. En origen, las entrañas extraidas serían enterradas sin mayor reverencia, pero con el paso del tiempo asistimos al desarrollo de una costumbre denominada dilaceratio corporis o dispersión de restos. 

Jean Fouquet, Grandes Chroniques de France, c. 1460. Se representa el sitio de Avignon, la muerte de Luis VIII, el León y la coronación de su hijo San Luis. Luis VIII falleció en la cruzada contra los albigenses, su cadáver fue sepultado en Saint-Denis, mientras sus entrañas y corazón se repartieron por varios monasterios. 
Esta dispersión de restos mortales permitía a grandes señores favorecer con sus despojos a más de una de sus fundaciones monásticas. Así, por ejemplo, Enrique I de Inglaterra (m. 1135) falleció en Europa, de manera que su cerebro, ojos, lengua y vísceras fueron sepultados en la iglesia de Notre-Dame-du-Pre, vinculada a sus donaciones en la abadía de Bec, mientras el resto de su cuerpo fue trasladado a la abadía de Reading, que el monarca había fundado en las islas. A partir de este rey, fue habitual entre los reyes de Inglaterra con notables posesiones en la actual Francia, dividir sus enterramientos a ambos lados del Canal de la Mancha. 
Uno de los ejemplos más conocidos es el de Ricardo I, corazón de León (m. 1199). Su cuerpo fue sepultado por su madre Leonor de Aquitania en el panteón familiar y regio de Fontevrault, en Aquitania; sus entrañas en Chalûs, ya que según el monarca sus habitantes lo habían traicionado; y su corazón a Rouen , en la foto. 
Caja que contenía el corazón de Ricardo Corazón de León (m. 1199)
Los caballeros cruzados tomaron como costumbre, cuando fallecían en Tierra Santa, enviar de vuelta a casa el corazón, ya que era más fácil de transportar debido a su tamaño. El corazón adquirió a lo largo de la Edad Media una función simbólica que le atribuía emociones como el coraje y la piedad, de manera que era el elemento predilecto para conservar. Producto de estos envíos se han conservado en las islas sepulturas de corazón como la de la iglesia de Saint-Giles en Bedon, fechada en el siglo XIII.
Sepulcro de Corazón en Saint-Giles, Bedon. Las manos que sostienen el corazón salen directamente del escudo del caballero. 
Si bien en Inglaterra y Francia la dilaceratio corporis contó con un considerable éxito hasta su prohibición por el papa Bonifacio VIII en 1299, e incluso después, ésta no fue una costumbre especialmente estimada en el reino de Castilla, donde destacan las disposiciones de Alfonso X (m. 1284). En el codicilio de su testamento, el rey Sabio solicitaba que enterraran su cuerpo en Murcia o en Sevilla, mientras su corazón debía ser enviado a Jerusalén. 
Sepulcro de Corazón y entrañas de Alfonso X en la catedral de Murcia, renovada en época renacentista. 
-Enlace directo a las imágenes haciendo clic sobre ellas.-


Para saber más:

BOS, Alphonse (ed.), La chirurgie de maitre Henri de Mondeville, Paris, 1897.
GEORGES, Patrice, “Les aromates de l’embaument médiéval: entre efficacité et symbolisme”, en Micrologus, XXX. Le monde végétal. Médecine, botanique, symbolique, 2009, pp. 257-268.
GEORGES, Patrice, “L’embaument en France: le verbe et les actes”, en XVème Congrès de l’Association Guillaume Budé. La poétique, théorie et pratique, París, 2007, pp. 1112-1123.
GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Alfonso, Diplomatario Andaluz de Alfonso X el Sabio, Sevilla, 1991, pp. 557-564.
WEISS-KREJCI, Estella, “Heart burial in medieval and early post-medieval central Europe”, en REBAY-SALISBURY, Katharina, STIG SORENSEN, Marie Louise y HUGHES, Jessica,  Body Parts and Bodies Whole, Studies in Funerary Archaeology, 5, Oxford, 2010, pp. 119-134.
WEISS-KREJCI, Estella, “Excarnation, evisceration and exhumation in Medieval and Post-Medieval Europe”, en RAKITA, Gordon, BUIKSTRA, Jane, BECK, Lane y WILLIAMS, Sloane (eds.), Interacting with the dead. Perspectives on mortuary archaeology for the new millennium, Florida, 2005, pp. 155-172. 
WESTERHOF, Danielle, Death and the noble body in Medieval England, Woodbridge, 2008.

sábado, 18 de abril de 2015

La momificación en la Edad Media I: el uso teutón.

A partir del siglo X comienza a registrarse cierto interés en la conservación de los cadáveres o bien ciertas partes de los mismos cuando se fallecía lejos del lugar de origen. Para alcanzar estos fines tuvieron lugar dos tipos de prácticas: el embalsamamiento y el mos teutonicum
La muerte de Luis IX en Túnez, imaginada por Jean Fouquet
Entre los siglos X y XIII, las técnicas de embalsamamiento conocidas resultaban del todo inútiles, como demuestra el caso de Carlos el Calvo (m. 877), que falleció en los Alpes y que como monarca debía ser enterrado en la iglesia abacial de Saint-Denis. Se realizó un intento de embalsamamiento con vino y especias para poder trasladarlo a la capital, pero a los pocos días la corrupción del cadáver era tal, que el cortejo fúnebre se detuvo para enterrar al rey en Nantua, donde permaneció durante años hasta su definitivo traslado a Saint-Denis. 

Misa de funeral de Carlos el Calvo, representada en el ejemplar MS 0005 de las Grandes Crónicas de Francia (c. 1460).

Una solución para los personajes fallecidos lejos de su lugar de origen pero que deseaban ser enterrados en su patria fue  el uso teutón o mos teutonicum. Se trata de una técnica funeraria consistente en cocer y descarnar el cadáver de manera que los huesos eran los únicos restos transportados al sepulcro elegido. El término fue acuñado en el siglo XII por Boncompagno de Signa, que la denominó así en relación al uso efectuado por los caballeros germánicos en las Cruzadas. 
Imagen de las cruzadas procedente del manuscrito de Las Crónicas de Jerusalén (Cf. Osterreichische Nationalbibliothek, cod. 2533), c. 1450.
Se usó el mos teutonicum con los restos de Federico I Barbarroja (m. 1190), cuya carne fue sepultada en San Pedro de Antioquía, sus entrañas en Tarsos y sus huesos en la catedral de Tiro. También fue utilizado en el caso de San Luis de Francia (m. 1270), que falleció de peste en Túnez, en su regreso de la Cruzada. 

Próximamente: La momificación en la Edad Media II: la evisceración y la dilaceratio corporis. 

Para saber más:
WESTERHOF, Danielle, Death and the noble body in Medieval England, Woodbridge, 2008.
WEISS-KREJCI, Estella, “Excarnation, evisceration and exhumation in Medieval and Post-Medieval Europe”, en RAKITA, Gordon, BUIKSTRA, Jane, BECK, Lane y WILLIAMS, Sloane (eds.), Interacting with the dead. Perspectives on mortuary archaeology for the new millennium, Florida, 2005, pp. 155-172.
BANDE, Alexandre, Le coeur du Roi, París, 2009.
GEORGES, Patrice, “L’embaument en France: le verbe et les actes”, en XVème Congès de l’Association Guillaume Budé. La poétique, théorie et pratique, París, 2007, pp. 1112-1123.


viernes, 17 de abril de 2015

Muerte y funeral de Isabel I de Inglaterra.

Isabel I de Inglaterra, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, falleció en el palacio de Richmond al suroeste de Londres la madrugada del 24 de marzo de 1603. El funeral se celebró cuatro días después, tras el velatorio de los restos, e incluía una gran procesión funeraria entre la sede de la corte en Whitehall hasta la abadía de Westminster. 
El cortejo fúnebre de negro, porta el ataúd de la reina con su efigie de madera.
Se han conservado dos dibujos de esta procesión, actualmente conservados en la British Library (MS 5408 y MS. 35324), atribuidos a William Camden, un conocido historiador inglés contemporáneo a la reina.
La efigie de Isabel, actualmente conservada en una de las salas del claustro de la abadía de Westminster. 

El ataúd, envuelto en terciopelo púrpura, fue transportado en un carro tirado por cuatro caballos grises con vestimentas negras. Sobre él, la efigie funeraria de la reina vestida con las ropas que habían pertenecido a Isabel I, era una representación visual de la monarquía inglesa: una reina podía fallecer, pero la institución siempre perduraba. Ésta y otras efigies regias realizadas en madera se han conservado en la abadía de Westminster, en concreto la de Isabel I, si bien fue restaurada durante el siglo XVIII, ha conservado el corsé original de 1603.
Sepulcro de Isabel I en la abadía de Westminster. 
Su tumba, en la zona norte de la capilla de su abuelo Enrique VII, comparte el espacio con la de María de Escocia, cuyo hijo Jacobo heredó el trono inglés así como los sepulcros de infantes. 

Para saber más:
BOUREAU, Alain, Le simple corp du roi: l'impossible sacralité des souverains français. xv-xviii siècles, París, 1988.
HARVEY, Anthony y MORTIMER, Richard, The funeral effigies of Westminster Abbey, Londres, 2003.
KANTOROWICZ, Ernst, Los dos cuerpos del rey: un estudio de teología política medieval, Madrid, 1987 (ed. original, 1957).
PANOFSKY, Erwin, Tomb sculpture. Four lectures on its changing aspects from ancient Egypt to Bernini, New York, 1992.
STEANE, John, The archaeology of the medieval English monarchy, London, 1999.




jueves, 16 de abril de 2015

El Mausoleo del Emperador Augusto

Octavio Augusto fue el primer emperador romano: nacido en Roma en 63 a.C. como sobrino-nieto del entonces general Julio César (m. 44 a.C.). Augusto gobernó el Imperio entre los años 27 y 14 a.C.; antes de llegar al poder, comenzó la construcción de un enorme mausoleo en el Campo de Marte. 
Reconstrucción hipotética del Mauseoleo por Luigi Canina, Gli edifizi di Roma antica, 1851
El Campo de Marte era un espacio privilegiado situado extramuros de la ciudad, donde se localizaba un antiguo altar dedicado al Dios de la Guerra, y que era utilizado para la acampada de los ejércitos romanos a los que les estaba prohibida la entrada en Roma. 

Reconstrucción espacial, de izquierda a derecha: Mausoleo de Augusto, Obelisco y Ara Pacis. 

Las descripciones nos informan de una estructura circular sobre base de mármol blanco coronada por árboles blancos; en la cúspide se colocó una estatua en bronce del Emperador que fue enterrado exactamente bajo la escultura, rodeado por su familia. 

Reconstrucción hipotética del Mausoleo.
Su destrucción comenzó a principios del siglo V, con el saqueo de los pueblos godos a lo que siguió su utilización como castillo por la familia Colonna a lo largo de la Edad Media. Posteriormente se reaprovechó como teatro y sala de conciertos hasta que el gobierno de Mussolini consolidó los restos como monumento. 

Estado actual del Mausoleo de Augusto.
La elección de una estructura circular en forma de túmulo remite a tradiciones antiguas, en concreto a las tumbas de grandes personajes de la Antigüedad, como Sila y Alejandro Magno, cuya tumba Augusto visitó en Egipto. 
Desmantelamiento del teatro en la década de 1930.

Para saber más:

ARCE, Javier, Funus Imperatorum. Los funerales de los emperadores romanos, Madrid, 1988.
ARCE, Javier, Memoria de los Antepasados: puesta en escena y desarrollo del elogio fúnebre romano, Madrid, 2000.
COLVIN, Howard, Architecture and the After-life, New Haven and London, 1991.
NOY, David, “Goodbye Livia: Dying in the Roman home”, en HOPE, Valerie M., y HUSKINSON, Janet, Memory and mourning. Studies on Roman Death, Oxford, 2011, pp. 1-20.
TOYNBEE, J.M.C., Death and burial in the Roman World, London, 1996 

(Las leyendas de las fotografías son enlaces directos a la página a la que pertenecen).

miércoles, 15 de abril de 2015

El cementerio de los Inocentes de París (I).

El cementerio de los Santos Inocentes fue la principal necrópolis de la ciudad de París durante las edades Media y Moderna. A pesar de que cada templo contaba con pequeños cementerios vinculados al atrio de los mismos, los Inocentes adquirió mayor entidad de lo común a partir de principios del siglo XII, cuando Luis VI se ocupó de la construcción de una iglesia que sustituyó a una pequeña capilla altomedieval. 

Localización del Cimetière des Saints-Innocents respecto a Île de France. Dibujo del Dr. Jack Share

Este cementerio fue desocupado a finales del siglo XVIII, en un contexto europeo de preocupación por la sanidad y la higiene que resultó en la localización de las necrópolis extramuros de las ciudades a través de toda Europa.

Grabado de Fedor Hoffbauer, c. 1550.

Los Santos Inocentes tenía una estructura claustral, es decir, se rodeaba por cuatro pandas con arcadas, una de las cuales contenía la iglesia. A pesar de la sucesión de normativas conciliares que prohibían la utilización de los cementerios como lugares de festejos y ferias a lo través de la Edad Media, en esta necrópolis se concentró un considerable mercado. A raíz de esta actividad recibieron nombres estas pandas claustrales, que por cierto, continuaron utilizándose como osarios.

Grabado de Charles Louis Bernier, finales del siglo XVIII. 

En el centro del camposanto, donde se efectuaban las inhumaciones, se encontraban también diversos elementos arquitectónicos y escultóricos: cruces que servían para marcar las mejores tumbas y para estructurar el espacio, capillas familiares y linternas de muertos. Uno de los elementos más destacados del cementerio fue la representación pictórica de la Danza Macabra, considerada como la primera representación de esta iconografía. 

Representación de la Muerte procedente del cementerio de los Santos Inocentes de París. c. 1530.
Actualmente en el Museo del Louvre (Rf. 2625)
Para saber más:
ARIÊS, Philippe, El Hombre ante la muerte, Madrid, 1987.
COLVIN, Howard, Architecture and after-life, London, 1991.
HARDING, Vanessa, The dead and the living in Paris and London, 1500-1670, 2002. 
LAUWERS, Michael, Naissance du cimetière. Lieux sacrés et terre des Morts dans l'Occident Médiéval, París, 2005.

sábado, 11 de abril de 2015

El encuentro de los tres vivos y los tres muertos I: miniaturas.

El encuentro de los tres vivos y los tres muertos es una iconografía que se extendió por Europa a partir del siglo XIV, en un contexto de expansión de representaciones macabras como la danza de la muerte. El episodio que se representa forma parte del conjunto de memento mori que se expandieron por toda Europa entre el siglo XIV y el XIX. Se trata de un encuentro entre tres caballeros y tres cadáveres, habitualmente representados en tres estados de descomposición, que tiene lugar en un contexto de caza o paseo; los difuntos avisan a los vivos y les recuerdan que también ellos van a morir. 
Howard Psalter and Hours, British Library, f. 127.
Fecha: c. 1310-1320.
Si bien este tipo de representaciones se extendieron por templos y cementerios, como el del Camposanto de Pisa, una de las tipologías más efectistas se encuentra en las miniaturas y especialmente en los Libros de Horas. Objetos personales de uso devocional donde este tipo de iconografía pretendía recordar al lector que su muerte estaba cercana y que debía prepararse para ella a través de los preceptos cristianos. 

Smithfield Decretals, British Library, Royal MS 10E IV, ff. 258v-259r.
Fecha: c.1300 

Uno de los ejemplos más llamativos es el del Libro de Horas de Juana I de Castilla (m.1555), donde la representación del encuentro a página completa tiene lugar en un cementerio, sugerido por la cruz colocada a la izquierda de la imagen. En esta ocasión uno de los caballeros es sustituido por la representación de la propia Juana a caballo.

Libro de Horas de Juana I de Castilla, British Library, MS 35313.
Fecha: c. 1500.

Para saber más sobre este tema: 

BINSKI, Paul, Medieval Death: Ritual and Representation, London, 1996.
ESPAÑOL BERTRAN, Francesca, Lo macabro en el gótico hispano, Madrid, 1992.
FRANCO MATA, Ágela, "Encuentro de los tres vivos y los tres muertos y las danzas de la muerte bajomedievales en España", en Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 20, 1-2, 2002, pp. 173-214.
GERTSMAN, Elina, The Dance of Death in the Middle Ages: Images, Text, Performance, Turnhout, 2010.
GONZÁLEZ ZIMLA, Herbert, "El encuentro de los tres vivos y los tres muertos", en Revista Digital de Iconografía Medieval, 3/6, 2011, pp. 51-82. 

http://britishlibrary.typepad.co.uk/digitisedmanuscripts/2014/01/the-three-living-and-the-three-dead.html
https://diogeneschilds.wordpress.com/2013/03/19/la-leyenda-del-encuentro-entre-los-tres-vivos-y-los-tres-muertos-en-las-pinturas-del-convento-de-san-pablo-de-penafiel/



jueves, 9 de abril de 2015

The Garden of Love - William Blake

William Blake nació en Londres en 1757 y murió en la misma ciudad en 1827: durante sus 69 años de vida el continente europeo cambió para siempre, las revoluciones francesa e industrial y posteriormente las guerras napoleónicas darían paso a una estructura mundial totalmente diferente de la que se conocía hasta entonces. 
Las opiniones de Blake sobre el arte, la sociedad y la religión fueron considerablemente adelantadas a su tiempo, al igual que su obra pictórica con que ilustró tanto sus propios escritos como los de autores reconocidos (Mary Wollstonecraft y John Milton, entre otros). 
"The Garden of Love" fue publicado como parte de Songs of Experience y se trata de una dura crítica a la religión que según narra el poema convirtió u hermoso jardín en un cementerio repleto de tumbas y gobernado por severos sacerdotes que controlaban la vida de los habitantes. 


William Blake fue sepultado en el cementerio londinense de Bunhill Fields, una necrópolis no vinculada a la iglesia que dejó de utilizarse a mediados del siglo XIX. Con ocasión del centenario de la muerte del pintor se realizó la lápida actualmente conservada en memoria del místico y su esposa, que fue recolocada en la década de 1960 en el entorno de la correspondiente a Daniel Defoe. 


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